En los comienzos del siglo XX, Asturias fue una de las regiones españolas donde se las masas corales fueron más abundantes y activas. El fenómeno de los orfeones está íntimamente relacionado, en su origen, con el desarrollo industrial, pero también con la existencia de un substrato musical tradicional, activo aún a principios del pasado siglo. La mayor parte de los obreros eran al mismo tiempo campesinos, pues lo normal era que se compatibilizara el trabajo en la fábrica con el agrícola, por lo que la cultura tradicional tenía aún mucho peso. También hay que considerar la influencia de las prácticas musicales estudiantiles, las «tunas», las comparsas que proliferaban en los carnavales y los coros parroquiales. En este terreno abonado para la música, las clases sociales medias y altas, así como la Iglesia, mostraron pronto interés en dirigir estas formaciones corales, apoyándolas como una forma de empleo del ocio que alejaba a las clases populares de las sociedades políticas, los sindicatos y las tabernas.
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