Tenemos muchas, muchísimas denuncias de altercados en los que están presentes las armas de todo tipo, algo chocante desde el punto de vista actual. Entonces no debía de ser tan chocante pues, en el ya mencionado libro de Manuel Gimeno Azcárate, La criminalidad en Asturias, señala la proliferación de armas de todo tipo como una de las causas, con el alcohol y la taberna, del aumento de la delincuencia: El revólver, la pistola, el puñal, la navaja en todos sus feroces aspectos y principalmente la navaja barbera, característica de la región, han venido a sustituir a clásico y pintoresco palo, con tanta habilidad manejado en las romerías por el aldeano.
Para muestra, esta denuncia firmada por el sereno Eufemio Pérez, el 11 de septiembre de 1893.
Pongo en su conocimiento, a los efectos oportunos, que la noche pasada y como a las once de la misma, estando el sereno que suscribe de servicio en la plaza de esta Villa, oyó que un individuo blasfemaba en alta voz, además pronunciaba las frases de «sal cochino», [ilegible], «cabrón», «hijo de puta» y otros por el estilo; al oír estas voces me dirigí al sitio en que esto ocurría y me encontré con que el que blasfemaba y vociferaba era José (…) a Pepe del Cid, a quien requerí para que dejara de escandalizar de la manera indicada; habiendo contestado a mi requerimiento sacando un revólver y poniéndomelo en el pecho; más como ocurriera que lejos de intimidarme traté de echarle mano, se dio en precipitada fuga sin que haya sido posible su captura, no obstante haber puesto cuanto estaba de mi parte para conseguirlo.
Cuanto dejo denunciado puede comprobarse con los guardias municipales Maximino Molina y Jesús Pérez, amén de otras personas que estaban en los bajos del Casino y en las casas de la Plaza.
La tenencia y uso indebido de armas tenía una sanción económica, según nos informa el diario El Noroeste, del 27 de agosto de 1902, en la que el gobernador impone una multa de 14 pesetas a vecinos de varias localidades por ese motivo.