
Angelín el «Finito» en plena actuación. Foto cortesía de Pravianos por el Mundo.
Hoy queremos homenajear a algunos pravianos que forman parte del paisaje sentimental de la Villa. ¿Quién no recuerda a Gervasio, a Remigio, a Chuchito, a Totono, a Angelín o al gran Finito?
«Finito», Angelín del Río, heredó de su madre, la «Finita», el oficio de vendedor de periódicos, que ejercía vociferando por las calles: La Nueeeva España; haaaay Semana; Arriiiiba de Madrid… Pero la verdadera vocación de «Finito» era el espectáculo, pues actuaba en fiestas y locales con el nombre artístico de «Angelín de Triana».
Nuestros contertulios coinciden en considerarlo un adelantado a su tiempo, por lo que, en ocasiones, era objeto de bromas de mal gusto. No obstante, era una persona muy querida, como prueba esta anécdota. En cierta ocasión, Marcelino Cuesta, entonces secretario del Ayuntamiento de Salas, que cortejaba en Trevías, se encontró allí con «Finito». Éste le dijo que iba «al Castañeo, a Valdés.» La pareja y sus acompañantes decidieron acompañarlo para ver la actuación. El artista sale al escenario, ataviado con capa española y blusa de lunares, saluda al respetable y se le ocurre presumir de la cantidad de gente que se había congregado para verlo. Lo que no se esperaba, el inocente, fue la lluvia de cebollas que arreció al poco de empezar «como los muñecos en el pim pam pum», del Polichinela que interpretaba Sara Montiel. Allí se firmó un pacto de silencio entre el artista y sus amigos, de manera que nadie fuera de los asistentes se enteró del alborotado final de la actuación. Pero la canción que todos mencionan que más entonaba y que empezaba con un «Tengo fuego en las pistañas….» era la copla Carmen de España.
Nos hablan también de Remigio «Cafina», que trabajaba en correos como peatón, es decir, llevando las sacas de correspondencia desde la estación a las oficinas de clasificación y reparto, y, al decir de nuestros informantes, era cariñoso y muy buena persona. También se ocupaba de controlar el acceso de socios del campo de fútbol de El Gomanil.
En Casa El Redondo, eran habituales las presencias de «Chuchito», siempre elegantemente vestido, eterno aspirante a Alcalde, y José Antonio «Totono», que repartía el Fru-frú, una popular bebida gaseosa de color, víctima frecuente, según nos dicen, de las burlas de la chavalería.
Con el cigarrillo colgando en la boca permanentemente, recuerdan a Gervasio, barrendero municipal, que tocaba el organillo delante de las carrozas y hacía de don Trancredo, un lance taurino en el que un individuo, vestido con ropas cómicas o de época y pintado íntegramente de blanco, subido a un pedestal en mitad del coso e inmóvil, esperaba al toro, aquí más bien novillo, a la salida de chiqueros.
Y el famoso dicho de la música en Pravia, nos trae a la mente otros dos personajes que tenían nombre musical: Ramón «El Tambor», vigilante de una de las canteras de El Valle, que disparaba a los muchachos que iban a coger fruta por allí con cartuchos de sal, y Angelín «El flauta», también conocido como «el jardinero poeta.» Efectivamente jardinero en el Ayuntamiento que iba por los pueblos actuando como monologuista. Quizás a él se refiera Pepe Monteserín, cuando en Azúcar, escribe:
Todo el pueblo bien ancho desfilando avenida arriba, más inflados en la plaza y algo estrangulados por detrás del Ayuntamiento, entre burros (el Corpus siempre cayó en día de mercado) sólo interesados en la flauta travesera que Angelín no tocaba por casualidad; …