Ecos de Pravia

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La máquina de Duhart

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La famosa «máquina», como se decía entonces, que hoy podemos ver en el parque «Heno de Pravia», era un artilugio inventado por el francés Martin Duhart en 1865. Desde esa fecha, proliferaron en los ríos asturianos y el Nalón y el Narcea no fueron excepción. Su eficacia en la extracción de salmones hizo que fueran perseguidas por las autoridades, pues esquilmaban los ríos. Pese a las continuas intervenciones de la Guardia Civil, los ribereños no dejaban de instalarlas como prueban las abundantes noticias en la prensa.

Del funcionamiento de la máquina Duhart nos habla Manuel Antonio Arias, «Antón de la Braña», en «Como se pescaba antaño en el Narcea», publicado en el BIDEA, núm. 54, 1965: «Éstas máquinas (…) tenían y tienen un armazón muy sencillo.
Dos cajones de varas colocados en sentido opuesto, un tubo o canaleta en cada cajón, que, al recoger la pesca, la deposita en un saco o en cualquier otro recipiente ad hoc. Un eje de hierro, en torno al cual giran constantemente. Y unas paletas que impiden que la pesca pueda atravesar el canal sin ser atrapada por los cajones.
Se colocaba sobre dos estacas fuertes y su funcionamiento no es otro que el de la noria, que todos conocemos.
La corriente del agua hace que la máquina gire. Los cajones, uno tras otro, van recogiendo los peces que suben. Y al colocarse en sentido vertical, en seco, el que acaba de captar un pez, lo envía por el tubo al lugar que se desea.
Artefacto de gran eficacia, según pudimos comprobar muchas veces en nuestra niñez.»

El empleo de la Duhart no estaba necesariamente ligado a la pesca de subsistencia y mucho menos a la deportiva, pues muchos propietarios pertenecían a alta burguesía rural, que encomendaban a terceras personas la instalación, control y cuidado de las máquinas. Así se puede deducir de la noticia, publicada en El Noroeste, el 16 de marzo de 1900, que cuenta cómo, el día 12 de ese mismo mes, la guardia civil encontró «instaladas y funcionando», dos máquinas Duhart «propiedad de don Constantino Fierros» que «estaban al cuidado de Alberto García Fernández, vecino de Santianes». La noticia nos parece muy reveladora puesto que, como veremos, se produce incluso un enfrentamiento con la autoridad: «Al ordenar a este que retirara las máquinas, se negó rotundamente a ello, manifestando que no lo haría sin orden expresa del dicho D. Constantino o del Alcalde de Soto del Barco, D. Manuel Fidalgo.
En vista de esto, los guardias detuvieron al Alberto; pero al llegar al sitio llamado la Blimea, encontraron a los paisanos Fernando Sánchez Carbajal, Francisco García Moseses y Ramón Fernández Carreño, quienes pretendieron oponerse a la detención del Alberto, intentando desarmar a los guardias.
Gracias a la intervención de Bonifacio Sánchez, que al ver lo que ocurría salió de su casa y procuró apaciguar los ánimos, no ocurrió alguna sensible desgracia.
Los individuos mencionados fueron conducidos a la cárcel de Pravia a disposición de la autoridad militar de la provincia.»

«El Noroeste», 2 de julio de 1912

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