Ecos de Pravia

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Molino de La Veiga de Cañedo

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En Cañedo, perdura el último vestigio de la otrora industria más numerosa del concejo, el molino de La Veiga. En otros tiempos, allí donde había un curso de agua vigoroso se instalaba un molino. Rastrear su origen es una tarea muy complicada pues se remontan a la época de la introducción de la agricultura cerealística, actividad que fue la base de la economía de nuestro concejo hasta la segunda mitad del siglo XX. Baste decir que el Diccionario de Madoz, publicado entre 1845 y 1850, señala que la industria más generaliza en el part. es la agrícola y molinos harineros.

Ya antes, a finales del XVIII, en las respuestas al llamado «Interrogatorio de Tomás López», leemos: Los frutos más abundantes de este concejo son el maíz y habas en las vegas o riberas, y una mediana cosecha de escanda en las alturas y casi todos los años sobran a sus habitantes, una considerable porción de estos granos, especialmente de maíz; pero ni tiene arroz, aceite, ni apenas la seña de vino. Tampoco tiene fábricas, manufacturas, máquinas, instrumentos, ni artefactos, sino algunos molinos de agua ordinarios o regulares. (Asturias segun los asturianos del último setecientos de María Jesús Barrientos, Oviedo, 1992, p. 247)

La primera referencia escrita de la existencia de un molino en Cañedo es de 1682. Es en una escritura de donación, fechada el 8 de febrero de ese año, que hace Mariana López de la Barrera, viuda, vecina de Cañedo, en favor de su hijo, el licenciado Diego Menéndez de la Pumariega, clérigo de menores para que se ordenara de orden sacro, en la que, entre otros, le da una tierra de heredad labradía en el término de El Ranal, lugar de Cañedo, que tendrá dia y medio de bueyes, y que limita por arriba reguera y presa del molino que llaman de la Vega (AHM, 767-1).

Otra noticia de interés la encontramos en el Catastro del Marqués de la Ensenada, realizado a mediados del siglo XVIII, y es una detallada descripción de los molinos existentes en el concejo. Entre otros muchos, habla de los molinos de Thomás Menéndez llamado de la Vega sobre el río de Aranguín de dos molares arineros [sic] con un pisón al que regulan de utilidad doze [sic] fanegas y dos copines de pan cada año; y otro de Manuel Menéndez vezino [sic] desta [sic] Parroquia llamado los Roinos sobre dho. río de dos molares arineros [sic] con un pisón al que regulan en cada año seis fanegas. 

La consulta de las matrículas industriales y de comercio que se conservan en el Archivo Histórico Municipal, a partir de 1865, nos permite seguir el rastro de estos dos molinos de Cañedo. Por la cantidad que pagaban podemos saber que el de Manuel Menéndez, matriculado a nombre de José Menéndez Pumariega entre 1865 y 1936, de los Roinos, los Rubinos en la actualidad, era más pequeño, y debía de moler únicamente en las épocas en que el río llevaba mayor cauce. ¿Podría ser un molino instalado en esa tierra de El Ranal donada a Diego Menéndez de la Pumariega por su madre?

En cuanto al de la Vega o Veiga, creemos que se puede identificar con el de Thomás Menéndez, de mayor entidad y producción, que cien años después de la elaboración del Catastro de Ensenada, en 1865, pertenecía a Pedro León Moutas y, dos años después, se matricula a nombre de Sabino Moutas, que pagaba por molino de represa la piedra todo el año y tenía cuatro piedras. El molino es arrendado por la familia Moutas, en 1876-1877, a Ramón Fernández Suárez y, años después, a Manuel Fernández Suárez, familia que desde 1976 hasta la actualidad se hace también con la propiedad del edificio, revitalizado por Segundo Álvarez, nieto de Manuel. Tras el fallecimiento de Segundo, es su hija, Mari Álvarez, quien continua con la tradición. El molino de la Veiga de Cañedo funciona las veinticuatro horas del día, durante las que produce de 700 a 800 kilos de producto, ya sea harina de maíz, garbanzo, arroz, soja, centeno, trigo o escanda, y puede ser visitado todos los días excepto los domingos. Es el único molino que mantiene su actividad en el concejo y uno de los pocos de Asturias en funcionamiento. Los molinos empezaron a desaparecer en el primer cuarto del siglo XX, como muestra la evolución del número de molinos hidráulicos en Pravia entre 1901 y 1936:

Para terminar, como todos sabemos y escribe Cristian Rangel Valdés en su tesis doctoral, aún inédita, El concejo de Pravia a comienzos del siglo XX: Los molinos no eran un únicamente un centro de producción artesanal, también tenían gran importancia social para los jóvenes campesinos de su entorno. Además de llevar los sacos de cereal, los jóvenes aprovechaban el viaje para entrablar conversaciones, cortejar, conocer las noticias locales y disfrutar de un lugar de sociabilidad tranquilo, apartado y tolerado. El flirteo inocente o menos inocentes, según los casos, estaba permitido en las inmediaciones de esta instalación industrial tradicional. De la abundantísima literatura tradicional en la que reinan los molinos, molineras y molineros, os dejamos esta preciosa versión de los hermanos Cubero del romance «La molinera y el corregidor» en el que están presentes, bajo el prisma del humor, todos los tópicos del tema.

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