A mediados del siglo XIX, la gestión del hospital correspondía ya al Ayuntamiento, a través de la Junta de Beneficencia y de la de Sanidad. Las sucesivas epidemias de cólera de los años 1855, 1865, 1866 y 1885, precedidas de años de hambruna y coincidentes con otras de tifus, viruela y sarampión, provocaron verdaderos quebraderos de cabeza a la hora de encontrar un lugar que reuniera las condiciones necesarias para atender a los enfermos, dada la situación de ruina del hospital de San Antonio. Así se deduce del oficio enviado por José María Bances, alcalde de Pravia, al Gobernador civil, el 12 de noviembre de 1854, dando cuenta de la inspección llevada a cabo con miembros de la Junta de Sanidad a la cárcel de la villa y otros puntos buscando un lugar para ubicar un hospital en caso de epidemia: Es una verdad, ¡tristísima verdad! que ni en esta villa ni en sus alrededores no hay absolutamente local ni publico ni privado que pueda destinarse para Hospital, si fueremos invadidos de una epidemia mas que el indicado por la Comisión [un hospital provisional], y que a no conseguirse este nos hallaremos imposibilitados de prestar a los pacientes el pronto auxilio que requieran sus necesidades e igualmente de atajar los progresos de la enfermedad. . Finalmente, el gobierno de la provincia autorizó al Ayuntamiento a habilitar la Casa llamada del Valle, perteneciente al Santuario de Nuestra Señora, situada extramuros de esa Villa como hospital para enfermos de cólera. (Archivo Histórico Municipal, 368-22)
En la sesión plenaria de 28 de junio de 1886 se da cuenta del expediente relativo a la venta de la Casa Hospital y su hermita [sic], sitos en la calle de San Antonio de esta villa y cuyo expediente se instruyó a consecuencia de hallarse en estado ruinoso dichos edificios. En su vista la Corporación acordó que toda vez no se encuentran en el Archivo Municipal los documentos de propiedad que de los referidos edificios deben existir, se haga de ellos información posesoría en el Juzgado de Primera Instancia, comisionando al objeto al Sr. Presidente, y una vez inscritos los bienes en el Registro de la Propiedad a favor del Ayuntamiento se acordará lo que proceda. (Archivo Histórico Municipal, 43/1)
En 1890, se proyecta la construcción de un barracón capaz para doce camas, destinado a hospital de coléricos, por las malísimas condiciones que reúne la Casa Hospital de esta Villa, declarada hoy en estado ruinoso y emplazada en el centro del pueblo, aunque se pensaba que el nuevo hospital que mañana habrá que edificar en relevo del que ahora se desmorona bajo el peso de los trescientos años abundantes que cuenta de existencia, habría de tener, mirando al porvenir, varios pabellones. El barracón había de emplazarse en el sitio conocido con el nombre de Garonda, elegido por tener un subsuelo completamente impermeable, presentar el terreno zonas elevadas (…) poseer aguas del conocido y abundante manantial de María Falcón, estar muy bañado por el sol en todas las épocas del año, (…) no ser posible que los vientos ordinarios ni los reinantes arrastren los miasmas a los pueblos próximos, y a poder conducir los cadáveres al cementerio sin necesidad de pasar por lugares habitados. Los planos fueron presentados por el ingeniero Bonifacio Menéndez Conde en la sesión plenaria del 12 de julio, con un presupuesto de 7.700 pesetas, de las que el ayuntamiento aportó 3.000, con la intención de incrementar la cantidad tras la venta del ruinoso hospital y su capilla. Para completar la cantidad necesaria, se abrió una suscripción popular que recaudó 5.063 pesetas más. El total alcanzó para levantar un pabellón enfermería y otros dos pabellones que están fuera de cimientos, y cuyos muros levantan metro y medio, término medio, sobre el terreno natural. (Archivo Histórico Municipal, 405/1)
Lo cierto es que el coste de las obras fue aumentando y el Ayuntamiento llegó a aprobar un presupuesto extraordinario, en la sesión de 28 de agosto de 1890, de diez mil pesetas, aunque no llegó a ejecutarse. En un informe municipal conservado en el mismo expediente, se apunta como motivo de la paralización del proyecto que existían dudas acerca del Patronato de dicha capilla y causas que no hacen al caso aquí indicar. Por ello se solicita al Arzobispado la cesión y permiso para la venta de la capilla, que se otorga en 1892.
El asunto se retoma en 1904, de nuevo por la imperiosa necesidad en que se halla este concejo de contar con un hospital para casos de epidemia así como también para acoger enfermos de los que carecen de hogar, en tanto no sean enviados al provincial. El consistorio contaba con poder utilizar el legado de 7.500 pesetas, en realidad 6814,17 tras pagar los derechos reales, que Carmen García Corugedo, había dejado al hospital, pero se encontró con la oposición del albacea: Eulogio Suárez Méndez, a la sazón párroco de la villa, que quería destinar el dinero a la reconstrucción del viejo hospital. La discrepancia de opiniones llevó al consistorio a consultar con el notario y abogado de Oviedo, Secundino de la Torre, que determinó que el cura de Pravia tiene derecho a determinar la forma en que se han de distribuir las siete mil quinientas pesetas legadas al hospital. Por consiguiente es indudable que puede imponer al Ayuntamiento determinadas condiciones para la entrega del legado… Finalmente, don Eulogio se salió con la suya e invirtió el legado en la reparación del Hospital de San Antonio, a pesar de los reparos del Ayuntamiento, presidido entonces por Sabino Moutas. Vistas las alegaciones municipales, subyace aquí una lucha por el control de la institución benéfica: … que la familia de la testadora era de las más interesadas de la localidad en que aquellas [las obras de Garonda] se terminasen, como lo demuestra que fueron los que contribuyeron con mayor cuota a la suscripción a este efecto iniciada. Que un tío hermano del padre de la finada, que desempeñaba funciones de jefe de la familia, adquirió para ceder al municipio el solar donde el nuevo hospital se halla emplazado, y que el autor del proyecto y director de la construcción era pariente y convividor de la testadora …
En 1929, cuando se comienza el ensanche de la calle San Antonio, el viejo hospital, reedificado en 1913 y atendido a partir de ese año por las Religiosas Franciscanas del Buen Consejo, y su capilla seguían en pie y el proyecto de Garonda queda aparcado.