Ecos de Pravia

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Pablo Iglesias Posse en Pravia

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El fundador del Partido Socialista Obrero Español y de la Unión General de Trabajadores estuvo en Pravia, y en el resto de concejos y agrupaciones del bajo Nalón, en 1901, en una gira de propaganda societaria. La Aurora Social, el 5 de octubre de 1901, periódico socialista dirigido por Manuel Vigil, publica una extensa crónica de la visita. Iglesias, que fue recibido por una banda de música, estuvo flanqueado por los socialistas Manuel Vigil, Enrique Fernández y el presidente de La Defensa, Manuel Barrera, que fue el que presentó el acto.

Manuel Vigil Montoto

Manuel Vigil Montoto

Tras unas breves palabras del presidente Barrera, habló Manuel Vigil. Según recoge el periódico que el mismo dirigía, su discurso se centró en la educación y la moralidad, temas recurrentes en el socialismo que “crecen en el pueblo a medida que se inculcaban en dicho pueblo las ideas socialistas”. En tercer lugar tomó la palabra Enrique Fernández y dio cuenta de los progresos realizados por el Partido Socialista; también mencionó la necesidad que se tenía del PSOE como elemento para poder contrarrestar la “explotación de los burgueses“, es decir, la explotación a la que los burgueses sometían a los proletarios. Acto seguido comenzó la intervención de Pablo Iglesias.

El líder del PSOE y la UGT empezó su discurso hablando de sí mismo al afirmar “que no era un lumbreras”; esto lo comentó con la intención de rebajar las expectativas creadas por las palabras elogiosas que sus predecesores habían empleado para referirse a él. Iglesias se autocalificó como un modesto obrero que se formaba robándole tiempo al descanso. Su esfuerzo para instruirse, unido a la observación de la sociedad, le habían permitido adquirir algunos conocimientos que había puesto al servicio de sus ideales para conseguir que la clase trabajadora pasase de “la condición de esclavos”, en la que se encontraban, a la categoría social que, según Iglesias, les correspondía. En el inicio del discurso destaca la existencia de pocos “lumbreras en el mundo y muchos menos entre los obreros por las dificultades que tienen estos para instruirse”. Con estas palabras, pone de manifiesto su pensamiento acerca de la injusticia a la que se ven sometidos los proletarios que, además de explotados laboralmente, carecían de oportunidades de mejora intelectual. Acto seguido, criticó la posición de los que afirmaban que el mundo era inamovible y que será siempre así. Pablo Iglesias combate las ideas de la resignación, de la aceptación por irremediable de las injusticias sociales, pero está lejos de ser triunfalista; el líder socialista era consciente de la dificultad de los cambios, esto se aprecia cuando dice que “el mundo no puede cambiarse de repente”, siendo partidario del estudio y de la formación intelectual para conseguir, a través de la cultura, las transformaciones sociales que preconizaba. En estas palabras describe el sendero seguido por el socialismo español hasta los años inmediatamente anteriores a la Guerra Civil, un camino más de gradualismo y de reformismo que de revolución social inminente . El socialismo científico, que es el socialismo que decía profesar, se sustentaba sobre el socialismo utópico del siglo XIX y sobre el conocimiento de la constitución económica de la sociedad. Gracias al socialismo científico, concluye Iglesias, la próxima revolución social, la socialista para el orador, no será en provecho de una sola clase como las anteriores revoluciones de la historia, sino que será en favor de toda la humanidad. La revolución social a la que se refiere Pablo Iglesias es una que devendrá por su propio peso y para la cual es necesario aún un largo recorrido.

Pablo Iglesias PosseA continuación, habla del período histórico en el que viven explicando que se ha producido una simplificación de clases sociales quedando sólo dos: la rica, muy poderosa y parasitaria; y la pobre, proletaria y gigante en número; considera Pablo Iglesias que esta abreviación es “necesaria” para el cambio social que los socialistas pretendían abanderar. Seguidamente analiza las relaciones entre trabajo y capital, en las que trata de refutar la idea de que el trabajo no puede vivir sin el capital y que el capital es fruto del trabajo. A colación de esto se pregunta retóricamente lo siguiente, “¿cómo pues son miserables los trabajadores, si éstos todo lo trabajan?”; esto le permite concluir que el trabajo no necesita del capital “como los hechos confirman”. Las ganancias del trabajo de los proletarios, que viven en la miseria, van a manos de los empresarios que insultan y ofenden a los obreros con su vida de lujo, esa es la idea que trata de transmitir Pablo Iglesias Posse.

El maniqueísmo está presente en todo el discurso, proletario-capitalista, bueno- malo, justo-injusto, trabajo-capital. El obrero es justo, digno y moralmente irreprochable —especialmente, cuando se abre al socialismo que no es, para el señor Iglesias, una ideología sino algo científicamente verificable—, mientras que el capitalista es rico por herencia y/o por la explotación de personas que trabajan para él como cuasi esclavos y que le hacen enriquecerse sin merecerlo. Pablo Iglesias vaticina el fin del sistema capitalista, ya que éstos —los capitalistas—, se dedicaban a la vida “orgiástica, atrofiando su inteligencia” y los obreros tenían cada vez mayor capacidad y preparación; esto le permite vislumbrar un futuro no muy lejano en que la clase obrera adquiriría el poder político y en el que sabría usarlo no como instrumento de dominación, sino para redimir la tiranía creando una nueva legalidad revolucionaria y facilitando la propiedad colectiva de los “instrumentos del trabajo”. Pero Pablo Iglesias no era ingenuo, era consciente de que el fin del sistema capitalista al cual aspiraba aún estaba lejos, por lo que abogaba por la constancia y determinación para alcanzarlo, ya que “la ciencia ha demostrado que es posible el socialismo”. El líder del PSOE y de la UGT animaba a todos los proletarios a unirse, “tanto a los de levita como a los de alpargatas y blusa”, es decir, pedía la unión de todos los trabajadores, fueran manuales o no, bajo las siglas que él representaba.

No faltó en la intervención alguna velada referencia a la Iglesia, como cuando dice “no creemos más que en aquello que es lógico y que la ciencia nos enseña”. El líder socialista rechazaba la existencia del infierno donde, teóricamente, “van los malos”; para él, el infierno “está aquí y en él vivimos los trabajadores y contra él luchamos”. Si el socialismo que profesaba y difundía era científico, no podía hacer otra cosa que no fuera cuestionar el dogma religioso; en esta parte final de su intervención muestra el anticlericalismo socialista. EL PSOE era anticlerical que no ateo, aspiraba a desacralizar la vida civil y legislativa española; el propio Iglesias consideraba enemigo al capitalismo y no al clericalismo . El Partido Socialista de comienzos de siglo era abiertamente contrario a la quema de iglesias; el anticlericalismo socialista era una respuesta al antisocialismo de la Iglesia Católica y de su encíclica Rerum Novarum.

Casi al final del discurso habla de las mujeres proletarias, víctimas dobles de la explotación capitalista, “como materia explotable y como carne de placer”, y las anima a unirse los hombres “para trabajar por su dignificación”. El discurso distaba mucho de la realidad, ya que los socialistas, como la mayoría de la sociedad de su época, mantenían una postura paternalista considerando los temas relacionados con las mujeres una cuestión muy secundaria. No fue hasta 1904 cuando aparecieron los primeros grupos femeninos dentro del PSOE, primero en Bilbao y luego en Madrid , en ambos casos, dependientes de la sección de juventud lo que muestra como se consideraba a la mujer, “como menor de edad”. En la UGT pasaba lo mismo; la primera delegada en un congreso de la central sindical fue Virginia González, en 1905, como representante de la Sociedad de Constructores del Calzado de Bilbao. Las mujeres socialistas tuvieron que esperar hasta la República para cobrar mayor protagonismo dentro del PSOE y la UGT, y siempre en una posición secundaria y subsidiaria.

El acto concluye con una gran ovación. El articulista esperaba que los potentados, si eran “de buenos sentimientos”, aunque no ayudasen al movimiento socialista, al menos, “dejen en paz a nuestros correligionarios de Pravia que se proponen trabajar con perseverancia (…)”.

La intervención de Iglesias en Pravia —o lo que recoge la noticia— es clara, sencilla, directa y eficaz; aboga por la unidad de todos los proletarios sin distinciones entre ellos e incluye a las mujeres en esta unidad, que además sufren una opresión aún mayor que los varones. Para el líder del PSOE, el socialismo no era una ideología, era ciencia, era verificable, por lo tanto, la consecución de sus fines no era una utopía, era una realidad inexorable que el tiempo confirmará; pero también era consciente de la longitud y dificultad del camino, porque la sociedad no se podía cambiar de un día para otro. Hay en el discurso una lucha, un inconformismo con las ideas de inevitabilidad y de resignación. Así mismo, en sus palabras se transmite una inquebrantable fe en la ciencia en contraposición con la fe religiosa que pide, o mejor dicho exige, que se crea sin ver, sin entender y sin comprobar. Lo que nos transmite, es la existencia de una sociedad en la que un numeroso grupo de ciudadanos sobrevivía, y así lo sentían, en estado de penuria y opresión. Los socialistas eran trabajadores que veían la realidad en la que se encontraba, observaban que su vida estaba llena de dificultades y que los que vivían mejor no eran superiores a ellos. Por el azar de haber nacido en familias económicamente bien situadas, los burgueses y los capitalistas tenían unas comodidades que los socialistas consideraban injustas. Ellos —los socialistas— aspiraban a una sociedad basada en el mérito en la que se pudiese comprobar que uno es lo que sus aptitudes y esfuerzo dictaminasen. Evidentemente, el discurso tiende al maniqueísmo en el sentido de “nosotros” y “ellos”, de buenos y malos; algo que está claro desde el momento en que define la sociedad como formada sólo por dos grupos sociales. La idea del enfrentamiento de clase es el hilo conductor de todo el texto. “Ellos” —los capitalistas— son unos pocos que detentan el poder y la riqueza en beneficio de sus privilegios. “Nosotros”, los socialistas, sinónimo de obreros y, por extensión, de la mayor parte del pueblo, aspiramos a arrebatarles el poder no como elemento revanchista, sino para construir un mundo mejor en el que no haya nosotros y ellos, en el que todos seamos nosotros. Esta es la idea básica del artículo de La Aurora Social que recoge el discurso de Pablo Iglesias en Pravia. El pro hombre del movimiento obrero nacional planteaba que el socialismo hacía mejores a las personas, porque les hace entender mejor el mundo.

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