La historia de la Colegiata de Pravia está indisolublemente ligada a la figura de su fundador, Fernando Ignacio Arango Queipo, bautizado en Pravia el 17 de marzo de 1673 y fallecido en Tuy el mismo día de 1745. Hijo de Fernando Arango Inclán, de familia hidalga, y de Catalina Queipo de Llano, perteneciente al famoso linaje de Cangas del Narcea. Como era habitual entre los segundones de las familias nobles, el primogénito y heredero era su hermano Bartolomé, Fernando Ignacio podía escoger entre seguir la carrera militar o la eclesiástica. Quizás por tradición familiar, se decantó por los hábitos, bajo la tutela de su poderoso linaje, y en especial de su tío Juan Queipo de Llano Valdés, obispo de La Paz y arzobispo de Charcas, en el Virreinato del Perú.
Tras estudiar Derecho Canónico en la Universidad de Oviedo, fundada por otro pariente suyo, Fernando de Valdés y Salas, partió para América en 1694, coincidiendo con la elevación de su tío Juan al arzobispado de Charcas. Allí se doctoró en Ságrados Cánones por la Universidad de La Plata, donde también fue catedrático. Ocupó también los cargos de canónigo doctoral de la Catedral de La Plata, examinador real y sinodal del arzobispado de Charcas, visitador, provisor y vicario general del mismo arzobispado y juez apostólico de los obispos sufragáneos. Tras la muerte de su tío, en 1708, Fernando Ignacio regresa a España dueño de una inmensa fortuna y, obtenido el favor regio, es nombrado, en 1709, caballero de la Orden de Santiago, en 1712, oídor togado del Consejo de Castilla y, en 1715, abad perpetuo del Real Convento de San Isidoro de León, a propuesta regia confirmada por bula papal. En 1721 fue nombrado Obispo de Tuy, cargo que ocupó hasta su muerte.
Unos meses antes de entrar en San Isidoro, redactó las Constituciones que habrían de regir la fundación de la Iglesia Vice Parroquia y Colegiata del Santísimo Sacramento y de Nuestra Señora del Valle, rubricadas ante el escribano Alonso Álvarez de Hevia, en León, el 1 de junio de 1715. La fundación habla de construir una iglesia con categoría de colegiata y vice-parroquia, con la capellanía mayor y otras ocho capellanías principales. Por otro lado, funda al mismo tiempo una escuela para enseñar a los niños a leer, escribir y contar bajo la dirección de un maestro, y un centro de estudios de gramática dirigido por un rector y un repetidor. Asimismo como obra pía destina 3.000 reales anuales a modo de dote para las niñas pobres de familias hidalgas que tomen el estado religioso o matrimonial. Para el conjunto de esta fundación se destinan 100.000 ducados basados en censos y foros de fincas y tierras. («Algunas precisiones sobre la Colegiata de Pravia», Yayoi Kawamura Kawamura, en Sulcum sevit: Estudios en Homenaje a Eloy Benito Ruano, tomo II, Facultad de Geografía e Historia, Universidad de Oviedo,2004, pp. 655-671).
Cuando se redactan las constituciones de la futura fundación, ésta estaba aún pendiente de ser aprobada por el obispado de Oviedo, por lo que de manera previsora, y ante una posible desestimación, testa su última voluntad el 11 de junio de 1715. En el testamento resalta su deseo de levantar la iglesia vice-parroquia en Pravia que debe «alhajarse de retablos, cálices, ornamentos santos, lámparas, campanas, sillas de coro,los demás necesarios», y asimismo construir las casas de estudio, escuela y casas para los capellanes. (Op cit.).
Aunque la fundación data de 1715, la idea debió de gestarse desde tiempo antes en la mente del Fernando Ignacio, ya que, en 1712, llevó a cabo el trámite de adquisición de los terrenos de las Huertas del Campo, extramuros de la villa, lugar en el que finalmente se emplazará el conjunto palacio-colegiata-casas de los canónigos. Según parece, lo primero en edificarse fue el palacio destinado a su familia, a continuación la Colegiata, entre 1721 y 1728, y finalmente las casas de los canónigos.
No sabemos con certeza el nombre de los arquitectos pero algunos investigadores como Remedios Bordiú Cienfuegos-Jovellanos apuntan a Francisco de la Riba Ladrón de Guevara y Pedro Muñiz Somonte.
La iglesia tiene tres naves, con planta de cruz latina y crucero con cúpula. El interior del templo es abovedado y está decorado con pilastras clasicistas propias del primer barroco. Además la iglesia tiene un pórtico abierto con tres arcos de medio punto y sobre ellos tres óculos que iluminan la tribuna. El pórtico, como señala la profesora Kawamura (op. cit.) de triple arcada, como indican Ramallo y De la Madrid, es un modelo ajeno a la tradición asturiana y se aproxima más al círculo madrileño. Todo ello, quizá, está indicando una fuerte intervención del mismo fundador, que impone su propia orientación personal en la traza de la colegiata. El clasicismo pudiera ser un intento de emulación de la iglesia de Cangas del Narcea, construida según la traza de Fernández Lechuga por otro miembro de la familia Queipo de Llano y que constituye un claro antecedente de este tipo de fundación en Astuiras como indica González Santos. Por otro lado, la portada de inspiración madrileña pudiera tener relación con la de la iglesia de las Comendadoras de Santiago, que debió de conocer el fundador por ser caballero de la Orden de Santiago. En el lado derecho de la fachada, de sillar, se levanta una única torre cuadrada cuyo segundo piso es un añadido de 1897.
Los retablos son de estilo barroco y tienen gran valor, especialmente el del altar mayor, que representa escenas de la vida de la Virgen y episodios de la infancia de Cristo. está estructurado en tres zonas. En el ático se encuentra una hornacina central con una bellísima imagen dorada y policromada de Nuestra Señora de la Asunción, circundada y coronada por esculturas angélicas. En la calle central del segundo piso hallamos una excepcional talla, también policromada, de la Virgen del Valle; en sus calles laterales se representa con singular maestría la Adoración de los Reyes Magos, a la izquierda, y la Presentación de Jesús en el Templo, a la derecha. Ya en el primer piso y debajo de la Virgen del Valle, encontramos un expositor con cúpula y columnillas de la misma factura que el resto del retablo. Debajo de ellas podemos ver los misterios de la Adoración de los pastores y la Anunciación. Por último, en el banco o predela está el Sagrario con motivos En lentallados y simbología de la Resurrección.
Durante mucho tiempo fueron atribuidos a Antonio de Borja, pero las últimas investigaciones parecen concluir que no son obra suya sino de alguno de sus discípulos. En ese sentido José Antonio Martínez nos dice en su libro La Colegiata de Pravia (Pravia, Ediciones Solar, 1997): Para confirmar lo que decimos, es preciso acudir a D. Santos Cueto, Señor de la Casa Moutas, que en un artículo titulado El Arte y la Fé dice: «Estos altares son de fábrica y arquitectura del orden compuesto y columnas salomónicas, opulentamente sobredorados y guarnecidos de profusa talla, condiciones que personalmente convino el fundador del templo Ilmo. Señor D. Fernando Ignacio Arango Queipo, con el maestro Manuel de Pedredo». El cual era discípulo de Francisco de Borja.
Algunas imágenes de los retablos de las naves colaterales se atribuyen al escultor asturiano, de Pesoz, Juan Alonso Villabrille y Ron: en el lado de la epístola son suyas el Jesús Crucificado y la Dolorosa del Calvario y en el del evangelio los padres de la Virgen, San Joaquín y Santa Ana, así como la figura de San José también en la nave izquierda. De los dorados de los retablos se encargó el portugués Juan Fagundiz. Son también de gran interés el Cristo gótico y el órgano barroco.