Ecos de Pravia

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La Colegiata de Pravia II

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Fernando Ignacio Arango, aparte de dotar de alhajas a su colegiata, donó una lámpara y candeleros a la iglesia de San andrés, parroquia de Pravia. Un documento datado en 1772 habla de la idea de grabar una inscripción para que constara el nombre del Ilustrísimo Señor Obispo de Tuy por haber dado la lámpara y los candeleros. Otro documento datado en 1773, atestigua la donación de Fernando Ignacio Arango de dos lámparas, una para el Santísimo Sacramento y otra para Nuestra Señora del Rosario en la iglesia de San Andrés, y una cruz, varios ciriales, un incensiario y una naveta para la cofradía  de la Ánimas, fundada en la misma iglesia. También donó a la parroquia un cofre de plata para custodiar la sagrada forma en el Jueves Santo, que pesaba 45 onzas y media (1.308 g). A través de dichas donaciones, se observa la atención y cuidado que el fundador de la colegiata de Pravia tenía hacia la iglesia parroquial, motivada por la propia devoción, y quizá para evitar envidias hacia la nueva obra fundada por él, que, aun siendo vice-parroquia, superaba con creces las dimensiones del templo parroquial. (Yayoi Kawamura,»Colegiata de Pravia: magnificencia de las alhajas de procedencia virreinal peruana», en AEA, LXXVII, 2004, 307, pp. 281-290).

No estaba en un error Fernando Ignacio Arango, ya que, en 1733, estando aún vivo y en el desempeño de su ministerio en Tuy, comienzan las primeras desavenencias entre iglesia parroquial y colegiata. En el citado año, el cura y los feligreses de San Andrés trataron de impedir la festividad y procesión de la Dominica infraoctava del Corpus en la colegiata. El conflicto tuvo que ser dirimido por el Tribunal Eclesiástico. Según parece, dadas las malas condiciones y escasos medios de los que disponía la iglesia parroquial de San Andrés, la mencionada procesión se hacía a costa  de la Fábrica de dicha Viceparroquia, y los gastos de la Cera necesarios para los capellanes de ella que fuesen con Sobrepllices y Estolas (José Antonio Martínez, La Colegiata de Pravia, ed. Solar, 1997, p. 100). Así se hacía de costumbre desde la fundación de la colegiata, pero, en 1733, algunos feligreses de dicha Parrochia de S. Andrés, sin embargo de haver consentido la dicha erección y creazion, intentan impedir el que se celebre con el fribulo pretexto de decir que las Misas que en tal día se celebrasen en dicha Viceparrochia, y a la solemnidad de dicha festividad, se hallan de aplicar por su intezion, como si ellos pagaran sus limosnas, lo que no deve tener lugar. Finalmente, el Tribunal Eclesiástico falló a favor de Fernando Ignacio y de la colegiata: sobre que dicho Cura y feligreses no impidan ni embaracen el que se celebre la festividad y salga la Procesión del Snatísimo Sacramento en la Dominica infraoctava de el Corpus de cada añi de la dicha Iglesia Viceparrochia. Concluso en definitiva. (Op. cit.).

Los conflictos y tensiones de mayor o menor intensidad entre parroquia y vice-parroquia fueron una constante durante el siglo y medio de vida de la colegiata; aunque estos se agravaron en el período 1799-1836. En esos años, debido al mal estado de conservación de San Andrés, la vice-parroquia asumió las funciones parroquiales con las consecuentes tensiones entre párroco y capellanes. Sirva de ejemplo de las mencionadas tensiones, la  queja, de 26 de octubre de 1800, ante el obispo del cura de San Andrés que se lamentaba de que los capellanes y el cabildo no anticipaban las horas de coro, para poder antes de su Misa de Postre celebrar la de su pueblo, como parece ser que se había convenido y hecho hasta esos momentos.

El patronato y cabildo de la colegiata no se oponían al traslado de las funciones parroquiales a una de las naves colaterales de la colegiata, al contrario,pero preferían, como una parte importante de la feligresía de San Andrés, recuperar el culto de su querido templo. De hecho, en una colecta hecha en 1823 para conseguir fondos para reparar el templo parroquial, el cabildo de la colegiata acordó donar 1.000 reales a tal empresa.

En 1836, aprovechando la caída de un rayo en la ya muy deteriorada iglesia de San Andrés, el consistorio decide el derribo del edificio. El interés de los regidores municipales era urbanizar la zona, puesto que la villa estaba en proceso de expansión. Una parte importante de la feligresía, así como el Cabildo de la Colegiata se opusieron a ello, puesto que consideraban que la estructura de la iglesia parroquial estaba en buenas condiciones y sólo necesitaba que se reparara el tejado. Así se desprende de varios escritos dirigidos al Gobernador Civil: Es un hecho indudable que la iglesia de San Andrés, sí tiene el techo ruinoso y su torre o campanario deteriorado, aunque no por esto deja de sostener las campanas y permitir su uso para los actos parroquiales. Que sus paredes maestras están firmes y sólidas para durar siglos. Que su reparo puede hacerse con un costo infinitamente menos que el que tendrá el construir una nueva Iglesia; como que no llegaría a veinte mil reales en el sitio más a propósito y de comodidad para el vecindario, sin que se encuentre otro alguno en esta villa en donde pueda colocarse. (José Antonio Martínez, La Colegiata de Pravia, ed. Solar, 1997, p. 181)

Fue José Ramón Moutas, patrono insolidum de la llamada Colegiata, quien dio la solución, al menos provisional, al problema, que en un escrito dirigido al gobernador eclesiástico explica que hay en la inmediación de esta villa, a pocas varas distante, y contigua a la casa que vive el Párroco, una titulada capilla Nuestra Señora del Valle, propia de los vecinos, que es más bien una iglesia capaz y suficiente para que en ella esté la parroquia, interín se determine otra cosa para los vecinos y partícipes de diezmos, tiene 37 a 38 pies de largo o hueco y 17 a 18 de ancho el cuerpo de la Iglesia, con dos altares a sus costados y confesionarios y su capilla y altar mayor divididos con sus verjas. Tan capaz como puede ser cualquier otra capilla particular. Tribuna grande, su espadaña con  una campana, y en sitio alto y dominante de esta villa y algunos lugares de la parroquia. Y toda decencia, tan necesaria y poco común en el Obispado para poner el sagrario. (José Antonio Martínez, La Colegiata de Pravia, ed. Solar, 1997, p. 186).

El traslado de la iglesia parroquial al Valle se verificó en torno a 1840 y permaneció allí hasta el 21 de febrero de 1887, cuando la Colegiata es reducida a Iglesia parroquial, bajo la advocación desde entonces de Santa María La Mayor.

 

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