En suma, una potente naturaleza que, sin embargo, no se nos presenta hoy como el resultado de la mera acción de los elementos naturales, sino de la transformación e interacción antrópica. El paisaje es el resultado de ese modelado mediante el trabajo. Y la expresión final de la intervención humana y social sobre el espacio, mediante la ordenación e institucionalización de límites y atribuciones (jurisdicciones político-administrativas, militares, económicas, religiosas…) es lo que entendemos y percibimos como territorios. Así es como se han ido construyendo y modificando, a lo largo de la historia, los diferentes «mapas» territoriales, desde la escala local a la estatal. De forma cambiante, y en función del tipo de jurisdicciones, los entes y poderes con capacidad para ello han ido perfilando y diseñando los diversos tipos de territorios: provincias, conventos jurídicos y municipios, en época romana, posteriormente, en tiempos medievales, reinos, provincias, condados, mandaciones o comisos, alfoces y municipios, valles, tierras o términos, diócesis, arciprestazgos, parroquias…, componiendo una complicada trama en la que no sólo se yuxtaponen, sino también se superponen y se suceden las distintas competencias y atribuciones. (José Avelino Gutiérrez González, «La formación del territorio de Asturias en el período de la monarquía asturiana»)
La comarca del Bajo Nalón estuvo poblaba desde muy antiguo, como atestigua la arqueología. Recordemos el castro del castillo de San Martín, lugar ocupado en la primera mitad del primer milenio o Doña Palla y los abundantísimos restos que nos hablan de una zona bastante romanizada. El profesor José Avelino Gutiérrez, en su intervención en las jornadas dedicadas a la monarquía asturiana que celebramos el octubre pasado, concluyó que, en la Alta Edad Media, tras la época romana y un periodo de cierta continuidad con algunas transformaciones, la desembocadura del Nalón sería un territorio organizado y jerarquizado, quizás incluso con un pequeño puerto de carácter comercial, situado al final de una importante vía de comunicación: la vía de la Mesa.
Además de los testimonios arqueológicos, podemos recurrir algunos documentos para tratar de averiguar cuál sería el territorio de Pravia entre los siglos IX y XIII, recopilados por F.J. Fernández Conde y M.C. Santos del Valle en «La corte de Pravia: fuentes documentales, cronísticas y bibliográficas» (Boletín del Instituto de Estudios Asturianos, n. 125, 1988, p. 59-84) y analizados por Marcos G. Martínez Martínez en «El «alfoz» de Pravia y el «territorio» de Arango» (Boletín del Instituto de Estudios Asturianos, n. 69, 1970, págs. 141-158).
Éste último, tras recopilar todos los topónimos que aparecen en las fuentes documentales, traza el siguiente mapa de lo que supone sería el territorio que, a partir del siglo XIII irá conformando el concejo de Pravia.
Dejando aparte los textos de las Crónicas asturianas, la mención más antigua a un lugar perteneciente a Pravia es de 891, en la supuesta carta fundacional de Santo Adriano de Tuñón, otorgada por Alfonso III y la reina Jimena, in Pravia villa Povigo cum suas ostincinas super illo mare, cum suo porto, que Fernández Conde identifica con la actual localidad de Vivigo, cerca de Oviñana. El término «villa», en este contexto altomedieval, «puede referirse a una unidad de producción (casa, dependencias y fincas y derechos asociados), a un territorio que a veces se delimita por hitos del paisaje, o incluso a una capacidad de dominio mal definida sobre un territorio en el que también pueden habitar grupos campesinos sometidos a niveles variados de dependencia» (Miguel Calleja Puerta, «La vida material y el principio de una nueva ocupación del espacio», en Historia de Asturias, Oviedo, 2005).
Del mismo Alfonso III, pero en 905, es una donación a la iglesia de San Salvador de Oviedo en la que ya encontramos nombres actuales: Santa María sobre el río Nalón (Santa María de Riberas); la villa de Agones; la villa de Corenio, sin localizar; la villa de Planos, Los Llanos (San Pedro de Selgas); la iglesia de Santiago, Santiago de Escoredo; la iglesia de Santa Marina, una ermita de Quinzanas o la iglesia homónima de Oturo, Santianes; Bances; la iglesia de Santa María de Velandres, Belandres, caserío de San Juan de Piñera; villa Froine, Villafría; la villa de Masgotel, sin localizar; la de Kalienes, Calienes, y el monasterio de San Andrés del Campo cum suis adiacenciis.
Este monasterio de San Andrés del Campo en torno al cual surgirá la villa de Pravia siglos después, es entregado, en 1117 junto con el de San Salvador de Perlora, a la iglesia de San Salvador de Oviedo y a su obispo Pelayo por el conde Suero Bermúdez, a quien había sido donado a su vez por la reina Urraca. Francisco Javier Fernández Conde dice en el artículo antes citado que «en este documento, auténtico y original, se señalan hitos fundamentales de la historia de San Andrés de Pravia, que en el siglo XII tenía aún el título de monasterio». Sobre él volveremos en los próximos días. En la donación de Urraca, de 27 de marzo de 1112, se mencionan Ambas Mestas, Forzinas, Baonio, sin localizar y Penna Hillane, Peñaullán.
En 912, Fruela, hijo de Alfonso III, dona a la iglesia de Oviedo super flumen Narceiam villas pernominatas Varcena et Luerzes, es decir, «sobre el río Narcea las villas llamadas Bárcena y Luerces». Este documento es uno más de los muchos falsificados por la oficina del obispo Pelayo, pero para lo que nos interesa ahora sus informaciones son igualmente valiosas. A finales del siglo XI, fechada el 15 de julio de 1079, Enderquina Gartíaz, de quien hay algunas noticias y cuyos antecesores estaban relacionados con la nobleza cortesana del siglo X, dona a la iglesia de Oviedo, entre otras propiedades, el monasterio Sancti Michaeli de Luerzes, qui fuit de mater mea Adosinda Rodriquiz et de avio meo Roderico Didaz.
En 1069, Martín Veremúndiz da a la iglesia de Oviedo y a su obispo el monasterio de San Bartolomé de Lodón, junto al río Narcea, con varias villas y heredades, entre las que se encuentran iusta flumen Arango et eius territorio villa Mondrice integra, villa Felgarias integra. Este fragmento menciona expresamente Villamondriz, parroquia de Cordovero y Felgarias una localidad de la parroquia de Santa María de Folgueras, y dice que están «junto al río Arango (Aranguín) y su territorio». La expresión «territorio Arango» vuelve a aparecer en 1114, con motivo de la donación de la iglesia de San Pedro de Selgas a la mitra ovetense: Nos Petrus Munniz et Fernandus Munniz facimus kartulam testamenti (…) de ecclesie Sancti Petri de Selgas in Asturias, territorio Arango, quam a fundamento construximus in ereditate mea… et … tota nostra ereditate quam habemus ipsa villa de Selgas.
Al año siguiente, 1070, está fechado un documento en el que el abad de San Vicente hace una permuta de villas situadas en la ribera del Nalón y se refiere a ella como aliam villam, qui est in valle Prabia, circa castrum Santi Martini, proximum litore maris (…) nominada Saltum, que podemos traducir como «otra villa, que está en el valle de Pravia, alrededor del castro de San Martín, cerca de la costa (…) llamada Soto», sin duda Soto del Barco.
En el Liber Testamentorum aparecen dos inventarios de bienes y siervos de la iglesia de Oviedo en Asturias que muestran su situación económica y social a comienzos del siglo XII. En lo que se refiere a Pravia, menciona las villas e iglesias dependientes de San Andrés de Pravia: San Saturnino, sin localizar; Caurias, Corias, de San Cosme de Corias; San Mamés, parroquia de la edad media, cercana a San Andrés de Pravia; San Miguel de Canneto, Cañedo, de San Andrés de Pravia; San Esteban de Inclán; Banzes, lugar de Santianes de Pravia; San Juan de Velundres, Belandres, de San Juan de Piñera, Cudillero; Arroias, Arrojas, de San Juan de Piñera, Cudillero; Villa Ardati, sin localizar; San Cosme y San Damián de Arzelio, San Cosme y San Damián de Arcello, Miranda, y Santa Eulalia de Celmonio, Cermoño, Salas.
En 1177, Elvira Peláiz, dona al monasterio de San Pelayo de Oviedo una propiedad in terra de Pravia, in valle de Muros, villa prenominata Somado.
Miguel Calleja Puerta resume así el proceso que desembocará en la formación de los concejos: «En definitiva, desde la muerte de Alfonso III y durante ciento cincuenta años la malla administrativa de la región no parece haber conocido transformaciones significativas, y en este período es frecuente que la localización en el territorio Asturiense vaya acompañada de la fijación local en un valle, en torno a un curso de agua o en relación a la costa cantábrica. Desde mediados del siglo XI, sin embargo, las referencias a la fragmentación interna del territorio asturiano ser van a hacer más frecuentes, y sobre todo van a reaparecer los valles o territoria, según una pauta en la que comienzan a adivinarse los perfiles de muchos concejos o entidades territoriales de larga trayectoria histórica: Oscos, Navia, Valdés, Allande, Tineo, somiedo, Miranda, Salas, Doriga, Pravia, Candamo, Prámaro, Gauzón, Llanera, Tudela, Teverga, Carzana, Lena, Huerna Aller, Langreo, Gijón, Maliayo o Colunga, todas estas circunscripciones inician ahora una serie de referencias documentales que van a perdurar durante siglos», («Población y repoblamiento: un mundo cuajado de aldeas y templos», en Historia de Asturias, Oviedo, 2005)