
Retrato de Benigno Arango publicado en «La Voz de Asturias» de 3 de julio de 1925, durante el juicio por el asalto al Banco de España de Gijón.
Su especialidad como abogado es la de criminalista. “Llevo defendidas —nos ha dicho en 1934— 743 causas. Solamente de homicidios y asesinatos intervine como defensor en 376 sumarios, con el siguiente resultado: 352 absoluciones y 24 condenas. Estoy incorporado también al Ilustre Colegio de Abogados de Madrid. Ante el Tribunal Supremo informó, entre otros casos de menor interés, para defender dos recursos de casación interpuestos contra Sentencias de la Audiencia de Oviedo, que había condenado como autores de delitos de homicidio a los procesados a la pena de catorce años de reclusión temporal. En uno de los casos el Supremo casó la sentencia, absolviendo totalmente al condenado, y en el otro, le rebajó a dos años y cuatro meses de prisión.”
Al suprimir la Dictadura del general Primo de Rivera el juicio oral por Jurados, Benigno Arango se encontró, como abogado, falto del elemento propio para sus actividades en el foro, y llegó poco menos que a abandonar la carrera. Pasó entonces a residir a Madrid, donde permaneció unos cinco años dedicado a diferentes ocupaciones, entre ellas la administración de un café y restaurante de su propiedad. Por esta época dedicó también algunas actividades de escritor al género novelesco, de lo que son muestra las dos novelas anotadas más abajo.
Al instaurarse la República volvió a establecerse en Oviedo como abogado, y en el desempeño de esta profesión continúa actualmente (1934).
Obras publicadas en volumen:
I—Amor y dolor. (Madrid, 1924; novela)
II—Rosa Maria. (Madrid, 1930; novela)
En Escritores y artistas asturianos, de Constantino Suárez Fernández, El Españolito
Rondando los cuarenta, con los años veinte del siglo XX, comienza para Benigno Arango Alonso una época de triunfos profesionales, frecuentes viajes y una activa vida social y cultural, en la que aún tuvo tiempo para escribir dos novelas. Ricardo Vázquez Prada, en 1932-1936, publicada en 1977, lo describe como abogado de gran fama en los tiempos de los “Jurados”. Cualquier procesado que se encomendara al abogado Arango tenía la libertad asegurada. Decían que después de escuchar una defensa de don Benigno Arango, el jurado con lágrimas en los ojos, proclamaba la inocencia del acusado. Vestía a la última moda, muy elegante. Tenía un tipo impresionante y era un gran aficionado a los toros. En un día de agosto nos anunció la muerte de Sánchez Mejías, de quien era muy amigo.
Sabemos que Benigno sigue viviendo en Oviedo, aunque se traslada de la calle Uría a la de Argüelles, número 37, y también que su posición económica debía de ser bastante holgada, pues tenía automóvil, que en ese momento era un objeto de lujo y símbolo de modernidad, lo nos habla de una personalidad abierta a las novedades. Por las abundantes reseñas que encontramos en la prensa, sabemos que, además de trasladar y pasear en él a sus muchos amigos, tuvo algún accidente e incluso sirvió para perseguir a los «pistoleros» fugados tras el famoso atraco al Banco de España de Gijón. La voz de Asturias del 9 de septiembre de 1923 reseña la participación de nuestro personaje en la persecución: Y finalmente no queremos terminar esta referencia oficiosa, sin dejar de dar cuenta de las palabras de elogio que el jefe de la Benemérita tuvo para el culto abogado de este colegio D. Benigno Arango, quien lo mismo ayer que el día anterior puso su coche a disposición del Sr. García Delgadillo, realizándose merced a ello importantes gestiones, tal como la de poder en la pasada noche recorrer los puestos dando en los retenes las señas de los fugados. Además, tras la detención de Rafael Torres Escartín, regresan a Oviedo con él: Venía guiando el automóvil su propietario D. Benigno Arango; a su izquierda el teniente coronel de la guardia civil Sr. Delgadillo, y en el fondo, en medio de una pareja del benemérito Instituto, el pistolero, con las manos esposadas.
En el mismo número del diario se relata también la actuación de Benigno Arango para calmar los exaltados ánimos de los espectadores de la detención y traslado de Torres Escartín, que no cesaban de proferir contra él insultos y amenazas. Después de definirlo como notable abogado, figura relevante del foro ovetense, hombre que siempre pone sus entusiasmos y generosidades al servicio de causas y que en todas ocasiones da gallardas muestras de sentir sincera y románticamente las virtudes ciudadanas, añade que la intervención de la guardia civil y el ruego cariñoso de nuestro amigo diciendo que había que sentir piedad por los desgraciados —y nadie en aquel momento era más que el detenido— acallaron las protestas del público. Tras una rocambolesca fuga y posterior captura en menos de veinticuatro horas, la actitud de Arango fue puesta de relieve y agradecida por el propio detenido en una carta publicada en La Voz de Asturias del 10 de septiembre de 1923:
Sr. D. Benigno Arango: Al salir ayer de la cárcel tuve un recuerdo para sus nobles sentimientos. Cuando, poco después de ser deteido, le vi a usted, sentí una verdadera alegría. Al quedar ahora en la prisión, quiero expresarle mi sentimiento de gratitud, porque he podido comprobar que usted sabe sentir las desventuras humanas. Estoy tranquilo ante todo, pues los hombres para vivir la vida, tienen que sentirla y al sentirla lo hacen por el amor a sus semejantes, sin importarles los obstáculos que en su camino puedan encontrar. Soy de usted con toda devoción.

«La Voz de Asturias», 25 de julio de 1925.
Benigno Arango terminó actuando como abogado defensor de Torres Escartín y los demás acusados del asalto al Banco de España, celebrado dos años después, ya en julio de 1925, y en el que se le condenó a cadena perpetua. Fue uno de los pocos juicios que perdió. En el ejercicio de la abogacía se ocupó de asuntos de todo tipo, pleitos por herencias, estafas, robos, y otros más violentos que son los más abundantes: lesiones, violaciones, asesinatos… También defendió a sindicalistas de diferentes tendencias políticas. En abril de 1923, había defendido a Vicente Madera, secretario del Sindicato Católico de Obreros Mineros de Asturias, su hermano Adolfo, Secundino Huertas y Manuel Saavedra en la causa seguida tras los sucesos de Moreda de 1920, consiguiendo veredicto de inculpabilidad. Dos meses después, obtiene lo mismo para Manuel Llaneza, fundador del SOMA y, a estas alturas, ex alcalde de Mieres, procesado junto a Francisco Llaneza, Amador Felgueroso y Víctor Rodríguez por los sucesos de Lada.
A pesar de su triunfal carrera como abogado, como él mismo confiesa, la suspensión del juicio por jurados decretada por Primo de Rivera en septiembre de 1923 hace que se vaya desilusionando con la profesión y dedica su energía a cultivar la vida de sociedad, su afición a la música y los toros, a compartir con numerosos amigos, a viajar y a escribir.