Mi casa estaba situada en lo alto del pueblo. La había reconstruido mi abuelo, al que no llegué a conocer, en 1870, con dinero que trajo de Cuba. Era hermosa y, sobre todo, alegre. Su fachada principal miraba al Narcea. En las noches en que el viento era favorable a ello, se dejaba oír con un poderío que a mí me entusiasmaba. Sus dos galerías estaban orientadas hacía el río. La habitación que tenía asignada se encontraba en la parte alta. Se accedía a ella según se entraba a la galería del piso segundo a mano izquierda.
Parte de posguerra, Luis Arias Argüelles-Meres