
Vista general de Pravia, tomada de «Atlántida», portfolio de las fiestas patronales de 1933.
En el curso de la baja Edad Media (siglos XII al XIV), las tierras de la periferia norteña de la Corona de Castilla —Galicia, Asturias, Cantabria y el País Vasco— serán escenario de una intensa y programada política de promoción urbana, asumida personalmente por los monarcas o directamente estimulada por ellos, que determinará la sustancial modificación de las formas tradicionales del poblamiento de aquellas áreas marginales del reino y de sus elementales estructuras jurídicas, político-administrativas y socio-económicas.
Fruto de esa actividad repobladora fue la constitución de un numeroso elenco de «burgos, villas o pueblas nuevas» cuya calificación urbana se fundamenta en el disfrute de una autonomía municipal y de un derecho local privilegiado, y en la doble función integradora que que desarrollarán en relación con sus entornos rurales: político-administrativa, en cuanto esas poblaciones se constituyen en capitalidad y centro jurisdiccional de un distrito —alfoz, término o concejo— de extensión variable; y económica, al canalizar a través de la institución del mercado en sus diversas manifestaciones la actividad mercantil e industrial de ese distrito.
(Juan Ignacio Ruiz de la Peña, Las «polas» asturianas en la Edad Media: estudio y diplomatario, Universidad de Oviedo, 1981)