La viruela, hoy erradicada, fue una enfermedad grave y contagiosa que asoló Europa y América, donde la habían introducido los conquistadores españoles, especialmente durante el siglo XVIII, momento en que el que las duras condiciones de vida y el aumento de la población favorecieron extraordinariamente la propagación del virus.
Merece la pena recordar que la palabra «vacuna» deriva precisamente del descubrimiento de la vacuna para la viruela. Fue el científico Edward Jenner quién desarrolló la vacuna a partir de las prácticas de inoculación que se llevaban a cabo en China desde el siglo X. Jenner inyectó el virus, tomado de la pústula de la mano de una infectada de viruela bovina, a un niño de ocho años. Después de una semana, el joven presentó malestar, pero no llegó a desarrollar la enfermedad.
En España, Francisco Javier Balmis estudió las aplicaciones de la vacuna y dirigió, con el apoyo de Carlos IV, la Real Expedición Filántropica de la Vacuna (1803-1814). El navío María Pita salió del puerto de La Coruña con veintidós niños inoculados con el virus y llevó la vacuna a Canarias, Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Nueva España, las Filipinas y China. El episodio ha sido abundantemente novelado. En la Biblioteca podéis leer Ángeles Custodios, de Almudena de Arteaga.
Sabemos, por la Geografía y Topografía médica de Pravia, de autor desconocido, que a comienzos del siglo XX, aún se daban casos de viruela en Pravia: «El sarampión se presenta con frecuencia y hace estragos sobre todo en el barrio de los pescadores que son pobres, prolíficos en general y sólo disponen de míseras habitaciones donde es imposible aislamiento ni higiene. Otro tanto ocurre con la viruela, que no debía de existir en España a lo menos en la cantidad que existe.»
En 1890 y 1891, según documentos conservados en el Archivo Histórico Municipal, se presentaron focos infecciosos en el concejo. Por ejemplo, el médico Eulogio Palacios da cuenta, en 1890, de «en el lugar inmediato de Prahúa y barrio de María Falcón, existe un foco epidémico de viruela que adquiere cada día visible gravedad. En las dos casas únicas de dicho barrio he visitado esta mañana ocho personas atacadas de aquella enfermedad. » Y lo comunica a las autoridades responsables «dada la gravedad de la enfermedad epidémica desarrollada en Prahúa, es llegado el caso de tomar toda clase de medidas con objeto de limitar el foco y evitar se extienda a la villa a cuyas puertas están las casas infectadas.»
Un año después, vuelve a aparecer otro foco, en este caso iniciado en el pueblo de Inclán. El mismo Eulogio Palacios se felicita de que, inicialmente, «La epidemia variolosa que hace días ha aparecido (…) no toma el incremento que se creyó en los primeros momentos debido esto indudablemente a las medidas y disposiciones tomadas desde que se conoció el carácter epidémico del mal. Hasta hoy sólo hay que lamentar el fallecimiento de una joven que padeció la viruela hemorrágica. En el inmediato pueblo de Villameján se registra un caso de otra joven que padece de la viruela confluente(…).» La viruela hemorrágica era, como podéis imaginar, un tipo raro y muy grave, casi siempre mortal, de la enfermedad.
Una semana después, la epidemia en Inclán «ha vuelto a reproducirse, apareciendo algunos casos en los pueblos de Villameján y Villavaler. En vista de lo cual se han reproducido las medidas higiénicas que tan buenos resultados han dado (…)». Los casos eran, en Inclán, «los atacados son de viruela discreta de buen carácter y sólo una joven sin vacunar se halla en estado grave», en Villavaler, una mujer con viruela leve, y en Villameján, «sólo una casa tiene tres enfermos próximos a la curación». Se decide vacunar a algunos niños y, más adelante, a las personas mayores que no lo hubieran hecho en diez o más años. A finales de marzo de 1891 se da por controlada la epidemia, aunque, en julio de ese mismo año vuelven a aparecer casos en Inclán lo que lleva al facultativo a recomendar, además del aislamiento de los enfermos y otras medidas higiénicas, «la clausura de la escuela de dicho pueblo por reunirse en ella niños de diferentes pueblos y parroquias, hasta que cesen estas condiciones o circunstancias anormales.»