Manuel Gimeno Azcárate, teniente fiscal de la Audiencia de Oviedo publica, en 1900, La criminalidad en Asturias: estadística (1883-1887), un trabajo para poner de manifiesto la naturaleza y extensión de la criminalidad en esta provincia, causas que la engendran y remedios que pueden oponerse. Añade que las costumbres han sufrido tal alteración, que la criminalidad crece amenazando destruir la poética tradición de su patriarcal existencia y atribuye el aumento de delitos a los efectos de la incipiente industrialización, que favoreció un aumento de la población tanto por el descenso de la emigración como por el número de obreros de otras regiones que venían a Asturias, al elevado consumo y a la libre tenencia de armas de fuego, puñales, etc.
En los cinco años que cubre el estudio contabiliza cuatrocientos veintiún delitos contra las personas (catorce parricidios, treinta y nueve asesinatos, trecientos cuarenta y dos homicidios, diecisiete infanticidios, dos abortos, dos lesiones graves y cinco robos con homicidio) y mil trescientos setenta y tres contra la propiedad (mil trescientos veinticuatro robos, cuarenta y tres incendios y seis extragos).
A pesar de que el juzgado de Pravia era, con los de Belmonte, Llanes, Castropol y Luarca, de los que menos criminalidad tenía, en 1909, hubo de actuar ante el llamado «crimen de Las Tablas», del que se ocupó el diario El Noroeste en una serie de artículos publicados los días 15, 16, 18 y 19 de mayo de 1909.
Una joven embarazada fue asesinada fortuitamente, o quizás no según rumores que hablaban de un crimen pasional, durante un robo. Según el periódico, dos sujetos mal trajeados se presentaron en una tienda y sin más ni más se abalanzaron sobre la dueña, navaja en mano, asestándole tremendas puñaladas, una de ellas en el vientre, a consecuencia de cuyas graves lesiones falleció la infortunada mujer. La lucha fue terrible, según los relatos hechos del crimen, pues la tendera además de defender su vida defendía la del ser que llevaba en sus entrañas. Antes de que los ladrones pudieran huir, llegó el marido de la víctima que se enfrentó a ellos, que al fin pudieron escapar con el botín, tres duros según la prensa. Se dio la descripción de los delincuentes y se ordenó su captura, recurriendo incluso a la policía de las provincias limítrofes con Asturias, por si se hubieran ido de la región. Pero, a los pocos días, se detuvo en Gijón a uno de ellos, Gerardo Muslera y, al poco, a otros implicados, los hermanos Benito y Manuel Díaz Villa, Ramón Fernández y otro sujeto que dijo llamarse Senén, resultando que su verdadero nombre es el de Adriano González García, ocupándosele un cuchillo de grandes dimensiones. Y hasta aquí los datos que podemos saber por El Noroeste.
El suceso también fue tratado en el diario El Carbayón, aunque con otros detalles completamente distintos y con características más novelescas, tal como nos cuenta la historiadora Arantza Margolles Berán en este audio. ¿Cuál será la versión más cercana a la verdad?